martes, 19 de mayo de 2020

La hipocresía (relato ficticio)

La hipocresía en la sociedad, o al menos en buena parte de ella no deja de sorprendernos. Produce tanta rabia e indignación ver como hay personas que se dicen ser amigas y no vacilan en horrorizarse y creerse en la capacidad moral para decir, opinar y juzgar a los demás. Juzgar como si estuvieran libres de toda culpa. Como si su pasado, lejano a veces, otras no tanto. Fuese inmaculado y libre de todo pecado. 

Ese tipo de personas que viven del que dirán. Que una felicidad aparente que ni ellos mismos se creen. Esos que viven de la intriga, los chismes y la falsa amistad. Esos que juran ante todos que están muy bien como están. Esos producen repulsión. Viven una vida vacía llena de mentiras. Lo peor es que se mienten a si mismos. A esas personas les produce envidia la felicidad de los demás. Y cuando la ubican buscan destruirla.

Es duro cuando se ve como a una persona que significa mucho para esa otra persona, que lo significa todo en realidad. Se encuentra en una situación como esta. Que las personas en las que se supone puede contar al final no sean mas que sus verdugos. Que al creerse inmaculados la crucifiquen de buenas a primeras sin conocer el trasfondo de lo que sucede y los sentimientos existentes.

Qué difícil es no poder salir en defensa de esa persona. Que duro el tema del que dirán. Del tener que aparentar que todo esta bien. Tener que ocultar los sentimientos, los deseos, los sueños, los anhelos.
Al final que juzguen a una de las partes no importa. Le tiene sin cuidado y mas viniendo de quienes viene. Pero lo que sí es verdaderamente difícil de aceptar es que vean por encima del hombro, con falsa sonrisa e hipócrita amistad a quien por años conocen, a quien le deben mucho en muchos sentidos. 

Cuando juzgan a esa persona, a ese ser maravilloso que todo lo da por los suyos sin recibir nada a cambio. Ese ser que tantos momentos duros ha tenido que superar. Ahí si la colera, la rabia y la impotencia se apoderan de esa otra parte involucrada.
Muchas veces en la vida no se pueden decir las cosas que se quieren a quien se quiere. La mayoría de las veces por razones ajenas a ellos. Al final solo Dios puede juzgar los actos y acciones de los hombres.




El que este libre de pecado que arroje la primera piedra.

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