Sin duda alguna Juan Pablo II fue un ser humano incomparable. Un hombre que busco unir a los distintos credos en busca de la paz. La paz verdadera, la de los valientes. Esa que busco Yitzhak Rabin y que a la larga le costaría la vida. El Papa Amigo debe colocarse en el mismo sitial junto a Rabin, Mandela, Luther King, DeKlerk y Walesa.
Luego de decirles que los abrazaba "con el pensamiento y el corazón", el Pontífice dijo: "y grito, yo, hijo de tierra polaca y yo, Juan Pablo II Papa, grito desde lo profundo de este milenio, grito en la vigilia de Pentecostés: ¡que descienda tu Espíritu! ¡Y renueve la faz de la tierra, de esta tierra!"
Walesa precisa entonces que el Papa no incitó a la lucha armada sino a la lucha de la fe, "inmensa potencia de Dios". "Ante el poder comunista estábamos como inmovilizados y aturdidos: en nuestros corazones una gran alegría había desplazado a la incertidumbre y al miedo, nos veíamos a los ojos unos a otros colmados por una esperanza nueva hacia el futuro, mirando a nuestro alrededor que evidentemente no éramos pocos y que se podía creer".
A partir de ese día "fuimos testimonio y protagonistas juntos de la fuerza inquebrantable de la fe: pese a cincuenta años de comunismo en Polonia, un pueblo entero participaba en los encuentros del Papa, un pueblo entero comenzó a rezar y esperar".
Esta actitud de la gente no le agradó a las autoridades que veían que su adoctrinamiento comunista no desterró la fe, recuerda Walesa y precisa además que sin el Papa nunca hubiera sido posible la experiencia del movimiento Solidaridad que lideró, el proyecto desde donde se marcó de manera pacífica el cambio para el país. En palabras de Wojciech Jaruzelski, último mandatario en la Polonia comunista, la visita de Juan Pablo II a Polonia en 1979, fue el "detonador" de los cambios.
*En la foto (no estaba permitido tomarlas) la tumba del Santo Padre en ese momento, año 2009