domingo, 12 de abril de 2020

Veintiún años de barbarie.


Veintiún años ya. Mas de dos décadas, se dice rápido. Mas de dos décadas que nos han hecho retroceder años. Nos hicieron pasar de ser el ejemplo a seguir en América Latina a uno de los países más pobres y miserables del hemisferio. Pasamos de ser un país de brazos abiertos donde venezolanos de origen italiano, español, portugués, sirio, colombiano, peruano y un largo etc. se les hacia sentir tan criollos y venezolanos como el nacido en Achaguas o en San Mateo. Un país donde el libanes de la esquina compartia un café con el judío sefardí. 

Hoy quiero hablar de los venezolanos migrantes, de esos que han tenido que irse a buscar nuevas oportunidades o simplemente buscan sobrevivir a esta barbarie llamada Chavismo. Quiero escribir en esta ocasión de esa diáspora que ya va por más de cinco millones de almas. No quiero hablar de cómo nos tratan es los distintos países a donde hemos llegado. Ese es un tema complejo, duro y quizás requiera mucho más espacio y tiempo del que estoy empleando hoy.

En este instante solo quiero resaltar el principal legado, si es que este podrido proceso deja alguno. Ese legado somos esos venezolanos que afuera nos estamos preparando, creciendo como seres humanos, aprendiendo de otras culturas, otros idiomas, otras maneras de ver la vida. Aprendiendo que las leyes se deben respetar y que las normas y reglas hacen una sociedad más ordenada y armoniosa. Esos venezolanos que, con ese bagaje cultural y académico, quizás, algún día volvamos a nuestro terruño. Volvamos a ese país de gente alegre, gente que saluda con una sonrisa y un chiste, gente que aun sin conocerte te invita un cerveza y al rato de conversar te dice que te espera en la próxima parilla que hará en casa. Volver a país que poco a poco nos han ido quitando. Volver a ver ese cielo único de Caracas, ese cielo decembrino que tan bien describe un caraqueño insigne llamado Yordano. Esos colores que solo Venezuela tiene. Ese olor a monte mojado, ese cantar de las aves, ese volar de las guacamayas que tanto extraño. Esos sapitos en las noches de esa ciudad hermosa, maltratada, violenta, pero a la vez llena de gente amable y dispuesta a ayudar. Ese país de hermanos que tanto extraño. Ese país bonito que el chavismo nos arrebató.

En lo personal supongo que haber vivido desde mi niñez en tantos países y continentes me ensenaron añorar y valorar a mi país, mi ciudad, mi gente de manera distinta que el común de la gente. Lo cierto del caso es que en estas dos décadas nos han robado mucho, pero lo que si no podrán robarnos nunca será nuestro amor por Venezuela y nuestra fuerza y convicción por conseguir que Venezuela vuelva a ser un país libre y de progreso. Un país donde las diferencias sean las de antes, las de los Caracas Magallanes, las del Caracas vs Táchira. Un país de oportunidades y de futuro. En fin, la Venezuela que fue.

De mi parte le dejo a las elites políticas, a los gobiernos amigos en esta cruzada por la paz frente al narco estado y todos sus funcionarios. Léase todos, cómplices por omisión y en la mayoría de los casos corruptos llenándose los bolsillos con negocios y prebendas. Todo esto en detrimento de un pueblo y una ciudanía que muere de mengua, con falta de alimentos, de medicina, de gasolina, de calidad de vida. A esos que guisan con PDVAL, con Misión Vivienda, con las plantas eléctricas.  A esos que los perdonen los gobiernos amigos de la presidencia (E). Entiendo que debe haber negociación, entiendo que se deben evitar males mayores. Pero para mi Maduro no es Frederick de Klerk y mucho menos espero que reciba el Premio Nobel de la Paz.

Al chavismo que lo perdone Dios, pues yo jamás lo haré.

Ignacio Carrasquero
Orlando, FL










1 comentario:

  1. Texto hermoso y cargado de sentimientos que llena de esperanza! Espero que sea profético y pronto podamos darles la bienvenida de vuelta a esta tierra de gracia! Qué más quisiéramos que verlos volver...

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