En estos días de cuarentena cuando pensamos en la vida y en nuestra propia mortalidad. Con tanto tiempo libre en
nuestras manos. Me pongo a pensar en retrospectiva. Hago un viaje, reviso este tramo
hasta ahora recorrido en esto llamado vida. Remontándome a mis primeros
recuerdos, esos de Bucuresti cuando apenas contaba con cuatro años.
Corría el año 1977, cuatro de marzo y ocurría un terremoto de 7.2 grados en la escala de Richter que golpeaba con mucha fuerza a la capital rumana. Imposible de olvidar aun a tan temprana edad. Aun recuerdo bajar en brazos de mamá, las escaleras de nuestro apartamento en el último piso. El carro del vecino aplastado por el muro y mi viejo llegando a buscarnos en su Triump blanco. De ese episodio quedan dos anécdotas divertidas dentro del susto y de la tragedia que significo la pérdida de más de mil quinientas vidas.
Corría el año 1977, cuatro de marzo y ocurría un terremoto de 7.2 grados en la escala de Richter que golpeaba con mucha fuerza a la capital rumana. Imposible de olvidar aun a tan temprana edad. Aun recuerdo bajar en brazos de mamá, las escaleras de nuestro apartamento en el último piso. El carro del vecino aplastado por el muro y mi viejo llegando a buscarnos en su Triump blanco. De ese episodio quedan dos anécdotas divertidas dentro del susto y de la tragedia que significo la pérdida de más de mil quinientas vidas.
Por un lado, Ignacio padre en pleno concierto decía que la
orquesta era muy potente, que sentía el rugir de la tierra. Esto mientras la
tierra se movía debido al sismo. La otra ocurrió meses después. Estábamos de
viaje en Atenas y recorríamos las ruinas del Partenón en la antigua Acrópolis helénica.
Yo dentro de mi inocencia e ignorancia de niño le comento a papá, “Aquí el
terremoto fue aún más grande. Mira como quedo todo destruido” Mis viejos no
pararon de reír y aun hoy en día echan el cuento.
Hay muchas vivencias, remembranzas y momentos bonitos que me
llegan a la mente. Pero para eso tendría que escribir un libro. Recuerdos de El
Cairo, de Bulgaria, de mi Venezuela del alma.
Por hoy les dejo únicamente esta de la Rumania en tiempos del
dictador Ceausescu. En tiempos donde el Conducător
era el mandamás indiscutible de la nación.
Sin lugar a duda la vida está llena de esos pequeños momentos.
Momentos de alegrías, de miedos, de amor, de sinsabores, en fin, de recuerdos y
vivencias.
La vida pasa en un abrir y cerrar de ojos. Así que lo mejor,
lo prudente, lo aconsejable. Vívela con intensidad, pasión y sobre todo amor.
Mira que para luego es tarde.
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